Actúa siempre con toda justicia
INTRODUCCIÓN AL TEMA PARA EL AÑO 2019(Deuteronomio 16, 18-20)
Cada año los cristianos de todo el mundo se unen en oración para crecer en la unidad. Hacemos esto en un mundo en el que la corrupción, la codicia y la injusticia crean desigualdad y división. Oramos juntos en un mundo dividido: esto es algo poderoso. Sin embargo, como cristianos y comunidades muchas veces somos cómplices de la injusticia, aunque también estamos llamados a dar un testimonio común a favor de la justicia y ser instrumentos de la gracia sanadora de Cristo para un mundo quebrantado.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2019 ha sido preparada por cristianos de Indonesia. Con una población de 265 millones, de la cual el 86 % se considera musulmana, Indonesia es bien conocido como el país con mayor población musulmana del mundo. Sin embargo, un 10 % de los habitantes de Indonesia son cristianos de distintas tradiciones. En términos tanto de población como de su vasta extensión territorial, Indonesia es el país más grande del Sudeste Asiático. Tiene más de 17 000 islas, 1340 grupos étnicos diferentes y más de 740 lenguas locales y, sin embargo, está unido en su pluralidad por una lengua nacional, el indonesio (Bahasa Indonesia). La nación se funda en cinco principios, llamados Pancasila[1], con el lema Bhineka Tunggal Ika (unidad en la diversidad). A través de la diversidad de grupos étnicos, lenguas y religiones, los indonesios han vivido de acuerdo con el principio de gotong royong, que es vivir en solidaridad y colaboración. Esto significa compartir en todos los ámbitos de la vida, el trabajo, el duelo y las fiestas, y considerar a todos los indonesios como hermanos y hermanas.
Esta armonía siempre frágil está amenazada en la actualidad de nuevas maneras. Gran parte del crecimiento económico que Indonesia ha experimentado en las últimas décadas se ha basado en un sistema que tiene en su corazón la competitividad. Esto es directamente contrario al principio de colaboración de gotong royong. La corrupción está presente de muchas formas. Infecta la política y los negocios, frecuentemente con consecuencias devastadoras para el medio ambiente. De un modo especial la corrupción socava la justicia y la aplicación de la ley. Con demasiada frecuencia los que deberían promover la justicia y proteger al débil hacen lo contrario. Como consecuencia de ello, la brecha entre los ricos y los pobres ha aumentado, con lo que en un país que es rico en recursos se ve el escándalo de muchas personas que viven en pobreza. Como dice un dicho tradicional de Indonesia: «un ratón se muere de hambre en un granero lleno de arroz». Mientras tanto, se suele asociar a algunos grupos étnicos y religiosos concretos con la riqueza en modos que alimentan las tensiones. La radicalización que enfrenta a una comunidad contra otra ha crecido y se ve exacerbada por el uso indebido de los medios de comunicación que demonizan a algunas comunidades.
En tal contexto, las comunidades cristianas toman conciencia nuevamente de su unidad al juntarse ante una misma preocupación y para dar una respuesta común a una situación injusta. Al mismo tiempo los cristianos, frente a estas injusticias, estamos obligados a examinar las maneras en las que somos cómplices. Solamente atendiendo la oración de Jesús de que «sean uno» podemos dar testimonio de vivir la unidad en la diversidad. Solo a través de nuestra unidad en Cristo seremos capaces de luchar contra la injusticia y de ponernos al servicio de las necesidades de las víctimas.
Movidos por estas preocupaciones, los cristianos de Indonesia encontraron que las palabras del Deuteronomio «actúa siempre con toda justicia…» (cf. Dt 16, 18-20) hablaban poderosamente a su situación y a sus necesidades. Antes de que el pueblo de Dios entrara en la tierra que Dios le había prometido, renovó su adhesión a la alianza que Dios había hecho con él. El pasaje bíblico se encuentra en un capítulo que tiene como tema central las fiestas que el pueblo de la alianza debía celebrar. Para cada fiesta se instruía al pueblo: «La celebrarás con tus hijos e hijas, tus esclavos y esclavas, con los levitas, inmigrantes, huérfanos y viudas que viven en tus ciudades» (Dt 16, 14; cf. También 16, 11). Los cristianos de Indonesia intentan recuperar este mismo espíritu de fiestas incluyentes entre las distintas comunidades que antes tenían. Puede parecer extraño que al final de este largo capítulo aparezcan dos versículos sobre el nombramiento de jueces, pero en el contexto de Indonesia la relación entre las fiestas incluyentes y la justicia aparece con mucha claridad. Como pueblo de la alianza establecida por Jesús, sabemos que las alegrías del banquete celestial serán dadas a los que tienen hambre y sed y que son perseguidos por la justicia «porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5, 6.10).
La Iglesia de Cristo está llamada a ser un anticipo de este reino. Sin embargo, en nuestra desunión nos quedamos cortos. Fallamos a la hora de ser el signo del amor de Dios para su pueblo. Del mismo modo que la injusticia ha hecho crecer las divisiones que han desgarrado la sociedad de Indonesia, también la injusticia ha alimentado las divisiones en la Iglesia. Nos arrepentimos de la injusticia que causa divisiones, pero como cristianos creemos en el poder de Cristo para perdonarnos y redimir. De este modo, nos encontramos unidos bajo la cruz de Cristo, pidiendo a la vez por su gracia que ponga fin a la injusticia y por su misericordia por nuestros pecados que han sido la causa de nuestra división.
Las reflexiones para el Octavario y para la celebración ecuménica se centran en el tema elegido. Para profundizar en nuestra reflexión sobre la unidad y la justicia, el tema de cada día se ha escogido cuidadosamente para presentar conflictos que son resultado de la injusticia. Los temas son:
Día 1: Que fluya el derecho como agua (Amós 5, 24)
Día 2: Decid simplemente: «sí» o «no» (Mateo 5, 37)
Día 3: El Señor es clemente y compasivo (Salmo 145, 8)
Día 4: Contentaos con lo que tenéis (Hebreos 13, 5)
Día 5: Para llevar a los pobres la buena noticia (Lucas 4, 18)
Día 6: Se llama Señor del universo (Jeremías 10, 16)
Día 7: ¡Grande es tu fe, mujer! (Mateo 15, 28)
Día 8: El Señor es mi luz, mi salvación (Salmo 27, 1)
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