DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES
La misión de la Iglesia, que es la Misión de Dios encarnada en la historia no ha acabado, todavía es necesario llevar el Evangelio a los que aún no lo conocen (misión ad-gentes), porque todos tienen el derecho de conocer la plenitud de vida que nos da Cristo Jesús; es indispensable llevar nuevamente la Buena Nueva a aquellos lugares que, habiendo recibido el anuncio, se han alejado de la fuente de la alegría: Jesucristo, y donde se han creado procesos de deshumanización; es preciso evangelizar y ser evangelizados por los demás pueblos y culturas pues en todas ellas está presente la Palabra.
En la misión lo que incumbe "es hablar de Dios y de Jesucristo de forma nueva, interpelante y enardecedora, de modo que las personas se sientan conmovidas y afectadas en su corazón y en su vida, el mundo sea transformado y la Iglesia vuelva a convertirse en hogar para muchos que se interrogan y buscan". El anuncio del Evangelio tiene que conducir a un encuentro profundo y verdadero con la persona de Jesús, ya que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
La Misión de la Iglesia hoy requiere, nos dice el Papa Francisco de evangelizadores alegres, cuya vida esparce la novedad perenne del Evangelio. "Ojalá el mundo actual - que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo" (Evangelii Gaudium, 10)
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