Empecemos
haciendo una pregunta: ¿qué es misión? Tal vez todos sabemos el significado de
este vocablo; sin embargo, nos damos cuenta de que hay diversas maneras de entender
lo que misión es: hay quien habla de “misión ad gentes”, “misión inter-gentes”,
“nueva evangelización”; “misión de mantenimiento”, “misión trans-gentes”. Esta
comprensión variada de “Misión” conduce indudablemente a tensiones y al no
ponernos de acuerdo sobre su significado y práctica. Pero es importante
puntualizar que la realidad actual no desecha ninguna de estas expresiones de
misión porque todas ellas son necesarias.
Missio Dei
Antes
de tratar de hablar sobre estas expresiones de misión puntualicemos que la
misión revelada en las Sagradas Escrituras es ante todo la “Missio Dei”, es decir, la misión que tiene como protagonista e
iniciador a Dios mismo. Sin duda alguna la misión nace en el ser mismo de Dios,
que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: Dios se desborda hacia sus hijos e hijas
para llenarlos de su amor, de su misericordia, de su compasión, de su bondad,
de su Vida. Dios es misionero pues Él está en constante movimiento hacia la
humanidad que tanto necesita de Su Proyecto de salvación, de felicidad y
plenitud.
La
Missio Dei se extiende en el espacio
y en el tiempo, es decir en nuestra historia, para hacernos sentir su presencia
trinitaria que constantemente nos acompaña, nos salva, nos fortalece y nos
dirige por el sendero de la verdadera vida. El Proyecto de Dios es para todas
las naciones de la tierra, para todos los hombres y mujeres, todas las etnias y
para todas las culturas. Dios Creador tiene su misión propia, lo mismo el Hijo
y el Espíritu Santo; Jesús es el Misionero del Padre, su enviado, y el Espíritu
es el continuador de la obra del Hijo en la Iglesia.
El
Padre quiere que la misión de su Hijo Jesús se prolongue en el mundo, es por
eso que Jesucristo ha convocado a sus seguidores y los ha enviado a todas las
naciones para llevar la Buena Nueva de la salvación que él ha traído. Así ha
nacido la Iglesia, y ha sido creada para llevar adelante la Misión de Dios,
bajo la acción del Espíritu Santo; “la Iglesia es misionera por su naturaleza,
puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el
designio de Dios Padre”(AD,2).
La Iglesia colabora con la Misión de Dios.
La
misión de la Iglesia tiene que ser siempre repensada y actualizada a la luz de
la Palabra de Dios –que revela la Missio Dei-, de su tradición misionera y del
contexto actual socio-político-económico-religioso. Es muy importante mirar la
realidad para ahí llevar la luz del Evangelio, solo así el anuncio se vuelve
significativo y comprensible.
Una mirada a la
realidad
Miremos un poco la
realidad: de siete mil doscientos millones de personas que habita el mundo, dos
mil doscientos millones son cristianas; hay una intolerancia religiosa en el
Estado islámico que conlleva persecuciones, violencia y muerte; crece el
materialismo y el secularismo;
se pierde el valor del ser humano ante la posesión de riquezas; la trata de
personas es un mal mundial; la movilidad humana es un fenómeno que revela
pobreza y desigualdad social; 1 de cada 9 personas no come lo suficiente para
estar bien; la corrupción está presente en ámbitos socio-políticos, y en
ocasiones hasta en los religiosos; hay guerras y enfrentamientos entre naciones
vecinas y a nivel local; la venta de armas en el mundo ha aumentado en un 150%.
Y la lista sigue.
En
síntesis: más de dos tercios de la humanidad no conoce a Cristo; no hay paz
entre religiones ni países; hay injusticias sociales muy graves y alarmantes;
el ser humano pasa a segundo o último término ante el dinero. En todo esto,
¿qué podemos decir de la Misión de la Iglesia?
Misión ad gentes
Desde
sus inicios la Iglesia salió a otras naciones para llevar la Buena Nueva a los
demás, en obediencia al mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y proclamen
el Evangelio” (Mc 16,15). El conocimiento que tenían de Jesús resucitado hizo a
los discípulos ir a todos y todas para anunciar el amor de Dios revelado en el
Hijo; el Espíritu Santo empujó a la Iglesia naciente fuera de sus fronteras: la
hizo misionera. A esto se llama misión ad gentes.
Después
de más de dos mil años de actividad misionera de la Iglesia ¿acabó ya la misión
ad gentes? Aún no, pues mientras todavía haya personas que no conocen a
Jesucristo la Iglesia tiene el deber de compartir y de proponer su fe en él.
“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de
cumplirse” (RM,1).
El Espíritu Santo continúa empujando a la Iglesia hacia aquellos lugares que
tienen el derecho de recibir el anuncio, no como imposición, sino como
propuesta, respetando las conciencias y la libertad de las personas.
“En todo el mundo aún existen
situaciones que requieren del Primer Anuncio, que más que proclamar dogmas
significa presentar la persona de Jesucristo para que todos encuentren Vida en
él. Se anuncia a una Persona –y no
una ideología- que tiene el poder de cambiar los caminos de la vida humana
hacia horizontes de salvación, fraternidad, justicia, solidaridad y amor kata-holos (cátolico = que abraza el todo).
Proclamamos a Jesús, Hijo de Dios y Hermano Universal, que nos limpia de
prejuicios raciales, nacionales y religiosos para acercarnos a los pueblos en
sus diferencias culturales y religiosas y así vivir, con quien lo acepta en
libertad, la experiencia del Único Dios revelado en Jesucristo. El Anuncio
aceptado y abrazado en libertad conducirá a vivir la experiencia de Dios Trino
y del Reino en Ekklesia, en familia
de Dios”.
Misión inter gentes
Este modelo de misión nació en Asia debido a la
necesidad de vivir en armonía con las demás religiones allá presentes; éste
pide un trato de respeto y de iguales con las demás culturas
y religiones. El diálogo y la interculturalidad son sus herramientas
principales para dar el anuncio. Misión ad gentes e inter gentes no se
contraponen.
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