martes, 9 de junio de 2015

DIOS ESTÁ EN CONSTANTE MOVIMIENTO HACIA LA HUMANIDAD


Empecemos haciendo una pregunta: ¿qué es misión? Tal vez todos sabemos el significado de este vocablo; sin embargo, nos damos cuenta de que hay diversas maneras de entender lo que misión es: hay quien habla de “misión ad gentes”, “misión inter-gentes”, “nueva evangelización”; “misión de mantenimiento”, “misión trans-gentes”. Esta comprensión variada de “Misión” conduce indudablemente a tensiones y al no ponernos de acuerdo sobre su significado y práctica. Pero es importante puntualizar que la realidad actual no desecha ninguna de estas expresiones de misión porque todas ellas son necesarias.

Missio Dei

Antes de tratar de hablar sobre estas expresiones de misión puntualicemos que la misión revelada en las Sagradas Escrituras es ante todo la “Missio Dei”, es decir, la misión que tiene como protagonista e iniciador a Dios mismo. Sin duda alguna la misión nace en el ser mismo de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: Dios se desborda hacia sus hijos e hijas para llenarlos de su amor, de su misericordia, de su compasión, de su bondad, de su Vida. Dios es misionero pues Él está en constante movimiento hacia la humanidad que tanto necesita de Su Proyecto de salvación, de felicidad y plenitud.

La Missio Dei se extiende en el espacio y en el tiempo, es decir en nuestra historia, para hacernos sentir su presencia trinitaria que constantemente nos acompaña, nos salva, nos fortalece y nos dirige por el sendero de la verdadera vida. El Proyecto de Dios es para todas las naciones de la tierra, para todos los hombres y mujeres, todas las etnias y para todas las culturas. Dios Creador tiene su misión propia, lo mismo el Hijo y el Espíritu Santo; Jesús es el Misionero del Padre, su enviado, y el Espíritu es el continuador de la obra del Hijo en la Iglesia.

El Padre quiere que la misión de su Hijo Jesús se prolongue en el mundo, es por eso que Jesucristo ha convocado a sus seguidores y los ha enviado a todas las naciones para llevar la Buena Nueva de la salvación que él ha traído. Así ha nacido la Iglesia, y ha sido creada para llevar adelante la Misión de Dios, bajo la acción del Espíritu Santo; “la Iglesia es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre”(AD,2). La Iglesia colabora con la Misión de Dios.

La misión de la Iglesia tiene que ser siempre repensada y actualizada a la luz de la Palabra de Dios –que revela la Missio Dei-, de su tradición misionera y del contexto actual socio-político-económico-religioso. Es muy importante mirar la realidad para ahí llevar la luz del Evangelio, solo así el anuncio se vuelve significativo y comprensible.

Una mirada a la realidad

Miremos un poco la realidad: de siete mil doscientos millones de personas que habita el mundo, dos mil doscientos millones son cristianas; hay una intolerancia religiosa en el Estado islámico que conlleva persecuciones, violencia y muerte; crece el materialismo y el secularismo; se pierde el valor del ser humano ante la posesión de riquezas; la trata de personas es un mal mundial; la movilidad humana es un fenómeno que revela pobreza y desigualdad social; 1 de cada 9 personas no come lo suficiente para estar bien; la corrupción está presente en ámbitos socio-políticos, y en ocasiones hasta en los religiosos; hay guerras y enfrentamientos entre naciones vecinas y a nivel local; la venta de armas en el mundo ha aumentado en un 150%. Y la lista sigue.

En síntesis: más de dos tercios de la humanidad no conoce a Cristo; no hay paz entre religiones ni países; hay injusticias sociales muy graves y alarmantes; el ser humano pasa a segundo o último término ante el dinero. En todo esto, ¿qué podemos decir de la Misión de la Iglesia?  

Misión ad gentes

Desde sus inicios la Iglesia salió a otras naciones para llevar la Buena Nueva a los demás, en obediencia al mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio” (Mc 16,15). El conocimiento que tenían de Jesús resucitado hizo a los discípulos ir a todos y todas para anunciar el amor de Dios revelado en el Hijo; el Espíritu Santo empujó a la Iglesia naciente fuera de sus fronteras: la hizo misionera. A esto se llama misión ad gentes.

Después de más de dos mil años de actividad misionera de la Iglesia ¿acabó ya la misión ad gentes? Aún no, pues mientras todavía haya personas que no conocen a Jesucristo la Iglesia tiene el deber de compartir y de proponer su fe en él. “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse” (RM,1). El Espíritu Santo continúa empujando a la Iglesia hacia aquellos lugares que tienen el derecho de recibir el anuncio, no como imposición, sino como propuesta, respetando las conciencias y la libertad de las personas.

“En todo el mundo aún existen situaciones que requieren del Primer Anuncio, que más que proclamar dogmas significa presentar la persona de Jesucristo para que todos encuentren Vida en él. Se anuncia a una Persona –y no una ideología- que tiene el poder de cambiar los caminos de la vida humana hacia horizontes de salvación, fraternidad, justicia, solidaridad y amor kata-holos (cátolico = que abraza el todo). Proclamamos a Jesús, Hijo de Dios y Hermano Universal, que nos limpia de prejuicios raciales, nacionales y religiosos para acercarnos a los pueblos en sus diferencias culturales y religiosas y así vivir, con quien lo acepta en libertad, la experiencia del Único Dios revelado en Jesucristo. El Anuncio aceptado y abrazado en libertad conducirá a vivir la experiencia de Dios Trino y del Reino en Ekklesia, en familia de Dios”.

Misión inter gentes

Este modelo de misión nació en Asia debido a la necesidad de vivir en armonía con las demás religiones allá presentes; éste pide un trato de respeto y de iguales con las demás culturas y religiones. El diálogo y la interculturalidad son sus herramientas principales para dar el anuncio. Misión ad gentes e inter gentes no se contraponen.


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