Carla y Mauren Mora Agüero
tienen 21 y 19 años de vida consagrada, respectivamente. Dios les ha dado la
gracia como hermanas gemelas de vivir el carisma comboniano. Este 11 de febrero
cada una regresa a diferentes misiones, en Mozambique.
Gerardo Mora
¿Quién llevó a quién en la
vocación?
Mauren: Es Dios y tiene sus tiempos para cada persona. Los demás
pueden pensar que Carla me llevó, pero no, ella decidió, me dejó totalmente
libre y en esa libertad yo tomé una distancia y con el tiempo descubro que el
carisma comboniano había entrado en mí.
¿Siempre entendieron que ser
misioneras implica esa disposición a dejar al país?
Mauren: En mi caso, eso lo tenía muy claro. Sí me hice la
pregunta, ‘si siento la llamada por qué no aquí’. Me enviaron a conocer
distintas congregaciones, porque pensaban que estaba por mi hermana. Obedecí y
conocí varias pero no encontré lo que buscaba. Descubrí que Dios me llamó a la
vida religiosa y a la vida misionera, y eso exige renunciar a tus propias
raíces, dejar tu país, amigos, familia…Carla: De joven tenía sueños,
como todos, casarme, estudiar, tener carro, casa bonita y tres hijos. Conocí a
los combonianos y en 1991 llegaron las hermanas a Costa Rica. Experimenté que
Dios me ama mucho y si Dios me ama mucho yo puedo transmitir ese amor. Tenía un
novio maravilloso pero toda decisión exige una renuncia.
¿Cómo viven el hecho de
compartir juntas su vocación?
Carla: Dios hace que acontezcan cosas. Estaba yo en México y
por algunos motivos me atraso, porque tenía que hacer dos años antes que Mauren
los votos perpetuos. Dios ya había pensado ‘te voy a dar la gracia de que hagas
votos perpetuos con tu gemela’ y nos encontramos en Italia. Luego me mandan a
mí a Portugal y ella de vacaciones a Costa Rica. Posteriormente, yo estaba
destinada a Centroáfrica y ella a Mozambique, pero Dios tiene designios, y
luego me dicen que también voy a Mozambique. Y digo, ‘es imposible’. Llegamos
juntas al mismo continente. A Mauren la envían al centro y a mí al norte, desde
luego no estamos juntas, pero estas cosas las hace Dios.
¿Cómo entender ese deseo de
querer volver a la misión?
Carla: Nuestra vida está allá. Solo el hecho de haber llegado,
de haber donado nuestra vida y entregarlo todo por aquella gente, forma parte
de nosotras y nosotras formamos parte de ellos. Colaboro con mi granito de
arena para el desarrollo de esa gente, para que conozcan a Jesús y sepan lo que
es él y su amor.Mauren: Dios me llamó, Dios me amó y me envía para
compartir esa fe, para compartir esperanza y lo que yo soy en mi humanidad. Mis
altos y bajos he tenido, me he enojado, he reído, he llorado… pero eso que soy
es lo que Dios quiere que comparta con las personas que me encuentro, no porque
yo lo decida, si no porque él me llama.
¿Sienten alguna necesidad en
la misión?
Carla: La Congregación se está quedando sin religiosas, sin
vocaciones, en todo el mundo. La opción por la vida misionera religiosa
consagrada no es la primera cosa hoy, un joven no piensa en eso y nosotros
queremos que la gente sepa que vale la pena.Mauren: Es necesario rezar
por las vocaciones misioneras. La misión necesita de personas valientes. Es
verdad que Dios tiene sus tiempos, es verdad que los laicos también tienen su
misión, pero es necesario personas que entreguen su vida por completo a
Dios.
¿Qué mensaje pueden dar en
este año dedicado a la vida consagrada?
Carla: Que Jesús es todo. Que sin Jesús no podemos nada. Por él
estamos aquí y por él vivimos. Nosotros lo hemos descubierto en nuestra vida
personal. El consagrado que descubra realmente en Jesús la razón de su ser es
un consagrado feliz, el consagrado que no encuentre eso, está perdido. Mauren:
Invito a todos los que fueron llamados a hacer un alto y recordar toda la
misericordia de Dios en los años que tienen de vida porque esa es mi experiencia.
Si cierro los ojos y pienso, solo veo todo el amor, toda la paciencia que Dios
tiene para conmigo y que no obstante mis límites como persona, Dios me sigue
llamando, me dice te llevo en mis brazos confía en mí, y camina, como dice
Carla, caminar feliz porque la felicidad es dejarnos conquistar por este amor
de Dios.
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