miércoles, 4 de febrero de 2015

TODA DECISIÓN EXIGE UNA RENUNCIA


Carla y Mauren Mora Agüero tienen 21 y 19 años de vida consagrada, respectivamente. Dios les ha dado la gracia como hermanas gemelas de vivir el carisma comboniano. Este 11 de febrero cada una regresa a diferentes misiones, en Mozambique. 

Gerardo Mora

¿Quién llevó a quién en la vocación?
Mauren: Es Dios y tiene sus tiempos para cada persona. Los demás pueden pensar que Carla me llevó, pero no, ella decidió, me dejó totalmente libre y en esa libertad yo tomé una distancia y con el tiempo descubro que el carisma comboniano había entrado en mí.

¿Siempre entendieron que ser misioneras implica esa disposición a dejar al país?
Mauren: En mi caso, eso lo tenía muy claro. Sí me hice la pregunta, ‘si siento la llamada por qué no aquí’. Me enviaron a conocer distintas congregaciones, porque pensaban que estaba por mi hermana. Obedecí y conocí varias pero no encontré lo que buscaba. Descubrí que Dios me llamó a la vida religiosa y a la vida misionera, y eso exige renunciar a tus propias raíces, dejar tu país, amigos, familia…Carla: De joven tenía sueños, como todos, casarme, estudiar, tener carro, casa bonita y tres hijos. Conocí a los combonianos y en 1991 llegaron las hermanas a Costa Rica. Experimenté que Dios me ama mucho y si Dios me ama mucho yo puedo transmitir ese amor. Tenía un novio maravilloso pero toda decisión exige una renuncia.  

¿Cómo viven el hecho de compartir juntas su vocación?
Carla: Dios hace que acontezcan cosas. Estaba yo en México y por algunos motivos me atraso, porque tenía que hacer dos años antes que Mauren los votos perpetuos. Dios ya había pensado ‘te voy a dar la gracia de que hagas votos perpetuos con tu gemela’ y nos encontramos en Italia. Luego me mandan a mí a Portugal y ella de vacaciones a Costa Rica. Posteriormente, yo estaba destinada a Centroáfrica y ella a Mozambique, pero Dios tiene designios, y luego me dicen que también voy a Mozambique. Y digo, ‘es imposible’. Llegamos juntas al mismo continente. A Mauren la envían al centro y a mí al norte, desde luego no estamos juntas, pero estas cosas las hace Dios. 

¿Cómo entender ese deseo de querer volver a la misión?
Carla: Nuestra vida está allá. Solo el hecho de haber llegado, de haber donado nuestra vida y entregarlo todo por aquella gente, forma parte de nosotras y nosotras formamos parte de ellos. Colaboro con mi granito de arena para el desarrollo de esa gente, para que conozcan a Jesús y sepan lo que es él y su amor.Mauren: Dios me llamó, Dios me amó y me envía para compartir esa fe, para compartir esperanza y lo que yo soy en mi humanidad. Mis altos y bajos he tenido, me he enojado, he reído, he llorado… pero eso que soy es lo que Dios quiere que comparta con las personas que me encuentro, no porque yo lo decida, si no porque él me llama. 

¿Sienten alguna necesidad en la misión?
Carla: La Congregación se está quedando sin religiosas, sin vocaciones, en todo el mundo. La opción por la vida misionera religiosa consagrada no es la primera cosa hoy, un joven no piensa en eso y nosotros queremos que la gente sepa que vale la pena.Mauren: Es necesario rezar por las vocaciones misioneras. La misión necesita de personas valientes. Es verdad que Dios tiene sus tiempos, es verdad que los laicos también tienen su misión, pero es necesario personas que entreguen su vida por completo a Dios. 

¿Qué mensaje pueden dar en este año dedicado a la vida consagrada?
Carla: Que Jesús es todo. Que sin Jesús no podemos nada. Por él estamos aquí y por él vivimos. Nosotros lo hemos descubierto en nuestra vida personal. El consagrado que descubra realmente en Jesús la razón de su ser es un consagrado feliz, el consagrado que no encuentre eso, está perdido. Mauren: Invito a todos los que fueron llamados a hacer un alto y recordar toda la misericordia de Dios en los años que tienen de vida porque esa es mi experiencia. Si cierro los ojos y pienso, solo veo todo el amor, toda la paciencia que Dios tiene para conmigo y que no obstante mis límites como persona, Dios me sigue llamando, me dice te llevo en mis brazos confía en mí, y camina, como dice Carla, caminar feliz porque la felicidad es dejarnos conquistar por este amor de Dios. 



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