Iniciamos la Semana Santa con el Domingo de la Pasión del Señor, o Domingo de Ramos. En estos días contemplaremos a Jesús que lo da todo por el Reino de Dios, por la humanidad sufriente, por ti y por mí. El Señor recorre el camino del Calvario como consecuencia de una vida entregada al amor, al servicio de los pobres, de los enfermos, los pecadores, de los últimos. Queriendo dar a conocer el Rostro de Dios, Jesús fue rechazado y perseguido por quienes tenían otro concepto de Dios; fue perseguido y hostigado hasta la muerte en Cruz.
Dice José Antonio Pagola: "Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa para atrás".
No, Jesús no es un suicida, él es amante de Dios y de la humanidad que sufre y que necesita salvación integral, y por ese amor que siente acepta la condena que le confieren las autoridades religiosas y políticas que no lo comprendieron. Nada está perdido: de lo que parece ser un fracaso brota la Vida, la salvación, la alegría, la liberación del mal. El suplicio de Jesús en la Cruz es nuestra sanación. Don del Padre.
Vivamos esta Semana Santa con sentimientos de gratitud. Contemplemos al Crucificado y, en Él, a los crucificados de hoy: a los pobres, los familiares de desaparecidos, los emigrantes, las víctimas de la Trata de Personas, los desempleados, las personas en situación de calle, etc. Estos crucificados de nuestra sociedad esperan también días de vida, de resurrección.
¡Buena Semana Santa a todas y todos!
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