martes, 12 de mayo de 2015

EL PAPA FRANCISCO NOS VISITA Y ESTAMOS ALEGRES

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El Papa Francisco visitará el país de Ecuador el próximo mes de julio, del 6 al 8. La Iglesia ecuatoriana se está preparando para dicho evento, incluyendo la vida consagrada. A continuación compartimos una reflexión que prepara a las y los consagrados de Ecuador para recibir al Papa.

¡Qué hermosos son los pies del Mensajero de la Paz! (Cfr. Isaías 52,7)


Mensaje a las Mujeres y Hombres
Consagrados del Ecuador

El Papa Francisco nos visita y estamos alegres. Estamos alegres con nuestro pueblo ecuatoriano que percibe en este acontecimiento una bendición particular de Dios. Estamos alegres con todas las personas comprometidas por una sociedad más justa y solidaria, porque encuentran en este evento una esperanza para alimentar sus anhelos más profundos y fortalecer sus luchas más genuinas. Estamos alegres con la Iglesia, porque recibe a Pedro, Vicario de Cristo y Guía espiritual, y espera de él una palabra de consuelo y un estímulo para robustecer su fidelidad al evangelio en el compromiso por construir una comunidad humana fraterna y llena de la Vida abundante que Jesucristo nos ha obtenido con su muerte y resurrección (cfr. Do-cumento de Aparecida 347 - 379).
Sentimos que nuestro servicio profético, como Vida Consagrada del Ecuador, consiste en colaborar a los varios niveles, eclesiales y sociales, para que esta Visita se convierta en un kairós (tiempo oportuno de gracia) para todos sin excepción.

Creemos que la finalidad última del Encuentro con Papa Francisco – usando sus mismas expresiones – es “curar heridas y calentar corazones”; o dicho de otra manera, parafraseando sus propias ideas: viene para invitarnos a “encender nuestros corazones en el fuego del encuentro con Cristo y acrecentar la pasión misionera que nos lleve a compartir su Misericordia con todas las personas, especialmente con los más pobres y abandonados” (cfr. Evangelii Gaudium 1 - 48).

¿Qué viene a decirnos? ¿Qué mensaje nos trae?

Ciertamente el Papa Francisco nos sorprenderá, según su estilo latinoamericano espontáneo y su sensibilidad evangélica a flor de piel. Nosotros aquí proponemos algunos puntos de reflexión - sin preocuparnos de hacer citas exactas a cada afirmación para no hacer pesado el texto - con el único obetivo de ayudarnos a preparar su Visita con una mente y espíritu abiertos. Confiamos que cada comunidad religiosa sabrá contextualizarlo en su propia realidad y completarlo para alcanzar el máximo provecho.

1. El Papa Francisco viene para confirmarnos en la Fe. Es el encargo que ha recibido de su Maestro y Señor a la orilla del lago de Galilea, después de haber experimentado su fragilidad y haber confesado su amor sincero (cfr. Jn 21,15-19). Por eso viene a recordarnos que Dios debe ser nuestro Todo y el Centro de nuestro ser y quehacer. Viene a sostener, con su testimonio y su predicación, nuestro Sí a Jesucristo para que lo sigamos con convicción auténtica por el ca-mino de la cruz y del servicio humilde. Viene a pedirnos que no olvidemos el primer amor de nuestra vocación bautismal, cuando prometimos ser totalmente, únicamente y por siempre sus hijos e hijas amados. Viene para pedirnos que no nos dejemos atrapar por ideologías que nos engañan ni caigamos en el narcótico de la indiferencia o la rutina, pretendiendo que podemos construir nuestro futuro sin Dios. Viene simplemente para motivarnos a volver a lo esencial del Credo que profesamos, sabiendo que es la fuente de nuestra felicidad: viviendo en amor del Padre, dejándose llenar de la paz y fuerza del Espíritu Santo y haciendo a Jesucristo el Camino, la Verdad y la Vida que da sentido a la historia humana y a la propia existencia. Viene para señalar tiernamente a María como Madre de Jesús y Madre de todos aquellos que intentan amar como él, como modelo de mujer creyente y discípula fiel hasta el drama crucial del calvario y después presencia activa y materna en Pentecostés. Viene sin duda a hacernos experimentar que somos Iglesia, comunidad de pecadores perdonados, donde se nos proclama que somos hermanos y hermanas porque somos igualmente amados por el Padre común y participamos de la misma esperanza de la bienaventuranza eterna.

2. Ciertamente el Papa Francisco nos desafiará para que seamos una Iglesia “en salida” (misionera) hacia las periferias existenciales. Para que pongamos la evangelización como la prioridad fundamental de nuestra tarea pastoral. Para que superemos la tentación de ser autoreferenciales (buscar solo nuestros intereses), olvidándonos de la lucha por el Reino de Dios y su justicia como la urgencia más apremiante para una humanidad drásticamente violenta y sufriente. Para que no nos contentemos simplemente con una pastoral de mantenimiento a los que ya están dentro, resistiéndonos al reto de ir hasta los confines de la tierra y hacia toda creatura según el mandato misionero que nos encomendó Jesucristo. Nos repetirá que prefiere una Iglesia accidentada porque ha arriesgado a favor del hermano y la hermana “alejado y excluido”, a una Iglesia cómoda, encerrada, sorda y muda, paralizada por la inercia. A los jóvenes les pedirá que hagan “bulla” y sean testigos apasionados de Jesucristo y contagien con su entusiasmo al mundo moderno. Y a todos, sin excepción, nos invitará a mirar a nuestro alrededor para dejarnos tocar del dolor humano y entonces salir a las calles del mundo como misioneros de misericordia, testimoniando la esperanza que no defrauda.

3. Papa Francisco abrazará a nuestros enfermos, besará a más de un pordiosero, acariciará a tantos niños que a su corta edad arrastran ya una larga historia de sufrimiento, apretará las manos con especial dignidad de sus hermanos negros, indígenas y mestizos, y lo hará no como espectáculo sino desde su corazón de padre, al estilo de Jesús. Nos dirá cosas tan simples - pero que son las más negadas - como las siguientes: “que no perdamos la capacidad de llorar” (por los que mueren cruzando el mar Mediterráneo soñando un futuro mejor para sus familias o refiriéndose al flagelo de las guerras, del narcotráfico o de terremotos o tragedias semejantes), “que una sociedad que descarta a los débiles o a los ancianos no tiene futuro”, “que no nos dé asco el contacto con ciertas situaciones humanas de total degradación para iluminarlas con el abrazo de la ternura divina”, “que no aceptemos una economía que genera exclusión, idolatra el dinero, gobierna en lugar de servir… Nos dirá que “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (EG 202). En síntesis, con sus gestos nos proclamará que Dios está cercano a nosotros y nunca nos abandona, y que la actualidad del Reino sigue perteneciendo a los pobres, a los que lloran, a los puros de corazón, a los que luchan por la paz y la justicia, a los pequeños y a los que no cuentan a los ojos del mundo.

4. Ya desde ahora, el Papa Francisco nos llama a llenarnos y dar testimonio de la alegría cristiana, liberadora y esperanzadora: Se trata de la alegría que brota de una fe madura y acrisolada por la sabiduría de las luchas cotidianas, no del hedonismo o de la mediocridad que rinde culto al propio ego. “La Alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1)… “La vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión. Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas… Y ojalá el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (EG 10).

5. De manera particular, el religioso Papa Francisco, con gran simpatía, provocará a los Consagrados (as) con sus imperativos cargados de frescura evangélica: ¡Alégrense! (donde hay religiosos y religiosas hay la alegría inigualable de Cristo); ¡Despierten al mundo! (y también despiértense ustedes mismos); ¡Escruten! (encuentren en la basura de lo que el mundo desecha a los preferidos de Dios; perciban su Presencia en aquellos sumidos en la desgracia y hasta en los que nos rechazan o matan); ¡Salgan! (más allá de sus conventos y de sus miedos); ¡Vivan con coraje y entusiasmo! ¡Lean el pasado con gratitud, vivan el presente con pasión, abracen el futuro con esperanza! Y entonces nos dará nuevamente la consigna de la profecía, del evangelio y de la comunión, como corresponde a la cédula de identidad de la Vida Consagrada. En fin, nos invitará a ser simple-mente los atrevidos de Dios para hoy.

Y nosotros ¿qué queremos decir al Papa Francisco? ¿qué realidad queremos mostrarle y que haga suya?

Es muy significativo que nuestros obispos del Ecuador, en el comunicado del 16 de abril pasado, que pronunciaran ante las cámaras de televisión contando con la presencia del presidente de la nación, para dar la noticia oficial de la visita del Papa Francisco, a efectuarse del 5 al 8 de julio del 2015, dijeran: “En este año dedicado a la Vida Consagrada reviste una especial importancia el insistente llamado del Santo Padre a la fecunda fidelidad de los consagrados, así como al esperado incremento de vocaciones sacerdotales”. Resulta pues una evidente doble gracia el hecho que el Papa llega a nosotros durante el Año dedicado en la Iglesia a la Vida Consagra-da. Eso debe producirnos una respuesta de sincera gratitud a Dios y al Santo Padre, sobre todo debe suscitar en nosotros un compromiso más decisivo por una vida auténtica y una misión profético-mística-liberadora.

Casi como algo simbólico, pero para que las comunidades religiosas se animen a hacer algo con creatividad en sus propios lugares, nuestro Equipo de Reflexión Teológica ha preparado una serie de subsidios (muy sencillos y breves) sobre los siguientes temas: ¿Para qué viene el Papa?; El Papa y la Familia, El Papa y la Ecología (Panamazonia); El Papa y la Misericordia; El Papa y la Vida Consagrada. En realidad se trata de una hoja doblada conteniendo algunas pinceladas de la realidad, iluminada por frases del magisterio del Papa y luego algunas preguntas que nos ayuden a pasar de un recibimiento meramente emotivo a un acoger la Visita mencionada como oportunidad para crecer y dar continuidad aún después de esos días a un compromiso duradero. Se les irán enviando paulatinamente para que les den el uso que juzguen conveniente.

La pregunta queda pendiente: ¿y tú que desearías decirle al Papa Francisco desde tu vivencia de consagración y tu preocupación misionera? Tal vez si escribes una carta al Papa nunca le llegará directamente (o quizá sí, pues él ha acortado las distancias), pero quizás te gustaría enviarnos a nosotros tus inquietudes para compartir con otros… Sea lo que sea, lo importante es que podamos firmarle al Papa Francisco que nos adherimos a su proyecto de renovación desde el evangelio de Jesús y que a partir de su Visita no podamos ser los mismos ni seguir igual.

Que nuestra Señora del Quinche interceda por nosotros para que podamos “Evangelizar con Alegría” como manifiesta el lema de la Visita del Mensajero de la Paz a nuestra hermosa tierra.

“Ave María. Mujer de la Alianza nueva, te decimos feliz porque creíste (cfr. Lc 1,45) y supiste reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y aún en aquellos que parecían imperceptibles. Acompáñanos en nuestra vigilia nocturna hasta las luces del alba en espera del nuevo día. Concédenos la profecía que transmite al mundo la alegría del Evangelio, la felicidad de aquellos que examinan los horizontes de tierras y cielos nuevos (cfr. Ap 21,1) y nos anticipan su presencia en la ciudad humana. Ayúdanos a confesar la fecundidad del Espíritu en el signo de lo esencial y lo pequeño. Concédenos llevar a cabo el acto valeroso del humilde al cual Dios dirige su mirada (Sal 137,6) y a los cuales son revelados los secretos del Reino (cf. Mt 11,25-26), aquí y ahora. Amén” (Escrutad 19).
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Mons. Celmo Lazzari, csj
Obispo Vicariato Apostólico de Sucumbíos
Responsable del Ámbito de Vida Consagrada
Conferencia Episcopal Ecuatoriana
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P. Rafael González Ponce, mccj
Presidente Nacional
Conferencia Ecuatoriana de Religiosos/as

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