Estamos en espera de Pentecostés, de la Venida del Espíritu Santo. Una de las obras que el Espíritu realiza es la convivencia de las diversas culturas. Es Él quien nos hace vivir en la cultura del encuentro.
Profundizando en la
cultura del encuentro descubro que más que ser una técnica misionera es
cuestión de ACTITUDES que brotan de las Sagradas Escrituras. Estamos en la era de las culturas que se
encuentran por la movilidad humana; vivimos en un mundo global que pertenece a
todos pero donde NO NOS ENCONTRAMOS. La cultura del encuentro nos lleva a eso,
a encontrarnos verdaderamente con el que es diferente a mí en todos los
aspectos: en color, religión, visión del mundo, edad; es la cultura de la inclusión.
La
cultura del encuentro se fundamenta en el Dios de la Biblia que se hace cercano
al pueblo, que baja para liberarlo y acompañarlo; para escuchar sus esperanzas,
sus gritos de dolor, sus alegrías y quejas (cf. Ex 3, 7-8), y que tanto ama a
la humanidad que toma su propia carne para hacerse aún más cercano (cf. Jn 1, 14). Dios, en Jesús, se encuentra
con los últimos, los marginados y despreciados para incluirlos en la Fiesta del
Amor, de la salvación y de la alegría (cf. Lc
4, 18-19). “Y con esa cercanía, con ese caminar, crea esa cultura del encuentro
que nos hace hermanos, nos hace hijos…”[1].
El
Papa Francisco sabiamente dijo a los obispos, sacerdotes, religiosas/religiosos
en Brasil que “a veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas
por dos “dogmas”: la eficiencia y el pragmatismo”; y resalta los elementos
indispensables para hacernos más humanos: “El encuentro y la acogida de todos,
la solidaridad
y la fraternidad, son los elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente
humana”.
Podríamos
tener las mejores reflexiones sobre misionología pero no hay que olvidar que la
misión se lleva ante todo con la vida, con actitudes,
más que conceptos. Así la vivió Jesús. ¿De qué nos serviría saber todo sobre la
misión en sus diversas dimensiones (ad gentes, intergentes, nueva
evangelización) si, como evangelizadores, seguimos adelante en medio de la
gente con actitudes de eficiencia y pragmatismo? ¿O saberlo todo sobre la
interculturalidad pero seguir teniendo sentimientos de superioridad frente a
las otras culturas o religiones, expresándonos negativamente de ellas y
evaluándolas desde nuestros propios esquemas mentales?
La
cultura del encuentro utiliza las herramientas de la acogida y del diálogo para
conocer al otro/la otra diferente a mí. Sin titubear podríamos decir que Jesús
fomenta esta cultura cuando se encuentra con la samaritana en el pozo (cf. Jn 4, 1ss); cuando platica con la mujer
sirofenicia (cf. Mc 7, 24-30), cuando
dialoga con el centurión romano (cf. Mt
8, 5-10). En el mundo creado por Dios, el cual tiene una impronta de diversidad
étnica y cultural, el Hijo nos enseña cómo vivir esta pluralidad en la
interculturalidad: encontrándose las culturas para enriquecerse mutuamente.
Hay que
decir “sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo… Sentimos el desafío de
descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de
encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa
marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de
fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación” (EG 87).
En estas
relaciones nuevas que Jesucristo enseña con su propia vida estamos todos
llamados a entrar, con respeto de las diferencias pero también proponiendo la
riqueza de nuestra fe sin fundamentalismos ni imposiciones. Nos dejamos también
enriquecer por el encuentro con la otra/el otro en su diversidad cultural y
religiosa. Los evangelizadores de hoy estamos llamados a promover esta cultura
del encuentro, que hace la diferencia en medio de culturas de violencia y de
muerte, en medio de rivalidades, divisiones y desprecio del otro. Tenemos que
ser, como dice el Papa Francisco, “servidores de la comunión y de la cultura
del encuentro[2]”.
La
cultura del encuentro ciertamente nos humaniza y diviniza porque Dios Trino es
encuentro en Sí mismo en la diversidad de sus Personas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Como discípulos misioneros de Jesucristo deseamos promover esta cultura
que nos hermana, que nos hace buscar el bien común y que nos llena de alegría.
Nos
encontramos con los otros en sus diferentes etapas de vida: niños/niñas,
jóvenes, adultos, adultos mayores, en sus diferencias de género y preferencias
sexuales para dialogar, para enriquecernos mutuamente, para compartir la Vida
que llevamos dentro. La cultura del encuentro excluye todo tipo de discriminación,
de desprecio, de marginación y de violencia.
“Cuando los
líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre
la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia,
una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la
cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que
aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo
que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin
prejuicios. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y
las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas
y en el respeto de los derechos de cada una”[3].
En la
cultura del encuentro las personas son significativas las unas para las otras,
y no meros desconocidos, o peor aún, instrumentos para beneficio propio.
“Necesitamos edificar, crear, construir una cultura del encuentro. Tantos
desencuentros: líos en la familia, ¡siempre! Líos en el barrio, líos en el
trabajo, líos en todos lados. Y los desencuentros no ayudan”[4].
Los desencuentros nos provocan amargura, ansiedad, enojo, resentimientos y
hasta endurecimiento del corazón, mientras que la cultura del encuentro nos
hace estar bien con nosotros mismos, con el prójimo y con Dios, nos lleva a
experimentar paz y gozo interior.
Hay que
fortalecer la cultura del encuentro en nuestra familia, en nuestro trabajo,
escuela, sociedad y comunidad eclesial. Encontrémonos a la manera de Jesús de
Nazaret que supo encontrar al otro/otra en su realidad humana, en su necesidad,
en sus sueños y esperanzas, en sus enfermedades y dolores, en sus opresiones y angustias,
en sus fiestas y cantos. Esto es expresión de la nueva evangelización.
[1]
Papa Francisco. Discurso dirigido a la clase dirigente de Brasil, 27 de julio
2013.
[2]
Video mensaje del Papa Francisco a los fieles reunidos en el santuario de San
Cayetano en Buenos Aires, 7 de agosto 2013.
[3]
Homilía del Papa Francisco a los obispos, presbíteros religiosas/os en Brasil,
27 de julio de 2013.
[4]
Cardenal Jorge Mario
Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires en la misa de clausura del Encuentro de
Pastoral Urbana Región Buenos Aires (2 de septiembre de 2012).
No hay comentarios:
Publicar un comentario