lunes, 11 de mayo de 2015

CONVIVIENDO EN LA PAZ


Estamos en espera de Pentecostés, de la Venida del Espíritu Santo. Una de las obras que el Espíritu realiza es la convivencia de las diversas culturas. Es Él quien nos hace vivir en la cultura del encuentro.

Profundizando en la cultura del encuentro descubro que más que ser una técnica misionera es cuestión de ACTITUDES que brotan de las Sagradas Escrituras. Estamos en la era de las culturas que se encuentran por la movilidad humana; vivimos en un mundo global que pertenece a todos pero donde NO NOS ENCONTRAMOS. La cultura del encuentro nos lleva a eso, a encontrarnos verdaderamente con el que es diferente a mí en todos los aspectos: en color, religión, visión del mundo, edad; es la cultura de la inclusión.

La cultura del encuentro se fundamenta en el Dios de la Biblia que se hace cercano al pueblo, que baja para liberarlo y acompañarlo; para escuchar sus esperanzas, sus gritos de dolor, sus alegrías y quejas (cf. Ex 3, 7-8), y que tanto ama a  la humanidad que toma su propia carne para hacerse aún más cercano (cf. Jn 1, 14). Dios, en Jesús, se encuentra con los últimos, los marginados y despreciados para incluirlos en la Fiesta del Amor, de la salvación y de la alegría (cf. Lc 4, 18-19). “Y con esa cercanía, con ese caminar, crea esa cultura del encuentro que nos hace hermanos, nos hace hijos…”[1].

El Papa Francisco sabiamente dijo a los obispos, sacerdotes, religiosas/religiosos en Brasil que “a veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas por dos “dogmas”: la eficiencia y el pragmatismo”; y resalta los elementos indispensables para hacernos más humanos: “El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad y la fraternidad, son los elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana”.

Podríamos tener las mejores reflexiones sobre misionología pero no hay que olvidar que la misión se lleva ante todo con la vida, con actitudes, más que conceptos. Así la vivió Jesús. ¿De qué nos serviría saber todo sobre la misión en sus diversas dimensiones (ad gentes, intergentes, nueva evangelización) si, como evangelizadores, seguimos adelante en medio de la gente con actitudes de eficiencia y pragmatismo? ¿O saberlo todo sobre la interculturalidad pero seguir teniendo sentimientos de superioridad frente a las otras culturas o religiones, expresándonos negativamente de ellas y evaluándolas desde nuestros propios esquemas mentales?

La cultura del encuentro utiliza las herramientas de la acogida y del diálogo para conocer al otro/la otra diferente a mí. Sin titubear podríamos decir que Jesús fomenta esta cultura cuando se encuentra con la samaritana en el pozo (cf. Jn 4, 1ss); cuando platica con la mujer sirofenicia (cf. Mc 7, 24-30), cuando dialoga con el centurión romano (cf. Mt 8, 5-10). En el mundo creado por Dios, el cual tiene una impronta de diversidad étnica y cultural, el Hijo nos enseña cómo vivir esta pluralidad en la interculturalidad: encontrándose las culturas para enriquecerse mutuamente.

Hay que decir “sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo… Sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación” (EG 87).

En estas relaciones nuevas que Jesucristo enseña con su propia vida estamos todos llamados a entrar, con respeto de las diferencias pero también proponiendo la riqueza de nuestra fe sin fundamentalismos ni imposiciones. Nos dejamos también enriquecer por el encuentro con la otra/el otro en su diversidad cultural y religiosa. Los evangelizadores de hoy estamos llamados a promover esta cultura del encuentro, que hace la diferencia en medio de culturas de violencia y de muerte, en medio de rivalidades, divisiones y desprecio del otro. Tenemos que ser, como dice el Papa Francisco, “servidores de la comunión y de la cultura del encuentro[2]”.
La cultura del encuentro ciertamente nos humaniza y diviniza porque Dios Trino es encuentro en Sí mismo en la diversidad de sus Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Como discípulos misioneros de Jesucristo deseamos promover esta cultura que nos hermana, que nos hace buscar el bien común y que nos llena de alegría.

Nos encontramos con los otros en sus diferentes etapas de vida: niños/niñas, jóvenes, adultos, adultos mayores, en sus diferencias de género y preferencias sexuales para dialogar, para enriquecernos mutuamente, para compartir la Vida que llevamos dentro. La cultura del encuentro excluye todo tipo de discriminación, de desprecio, de marginación y de violencia.
“Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas y en el respeto de los derechos de cada una”[3].

En la cultura del encuentro las personas son significativas las unas para las otras, y no meros desconocidos, o peor aún, instrumentos para beneficio propio. “Necesitamos edificar, crear, construir una cultura del encuentro. Tantos desencuentros: líos en la familia, ¡siempre! Líos en el barrio, líos en el trabajo, líos en todos lados. Y los desencuentros no ayudan”[4]. Los desencuentros nos provocan amargura, ansiedad, enojo, resentimientos y hasta endurecimiento del corazón, mientras que la cultura del encuentro nos hace estar bien con nosotros mismos, con el prójimo y con Dios, nos lleva a experimentar paz y gozo interior.

Hay que fortalecer la cultura del encuentro en nuestra familia, en nuestro trabajo, escuela, sociedad y comunidad eclesial. Encontrémonos a la manera de Jesús de Nazaret que supo encontrar al otro/otra en su realidad humana, en su necesidad, en sus sueños y esperanzas, en sus enfermedades y dolores, en sus opresiones y angustias, en sus fiestas y cantos. Esto es expresión de la nueva evangelización.


[1] Papa Francisco. Discurso dirigido a la clase dirigente de Brasil, 27 de julio 2013.
[2] Video mensaje del Papa Francisco a los fieles reunidos en el santuario de San Cayetano en Buenos Aires, 7 de agosto 2013.


[3] Homilía del Papa Francisco a los obispos, presbíteros religiosas/os en Brasil, 27 de julio de 2013.


[4] Cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires en la misa de clausura del Encuentro de Pastoral Urbana Región Buenos Aires (2 de septiembre de 2012).

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