domingo, 19 de junio de 2016

PIONERA COSTARRICENSE DE LAS MISIONERAS COMBONIANAS

La misión es de Dios y es el Espíritu el que la lleva adelante, pero las huellas de Comboni están presentes y lo que seguimos y hacemos lo hacemos según su carisma”.

Hna. María del Rosario Campos Alvarez


A inicios de la década de los 80, las Hermanas Combonianas no tenían presencia en nuestro país, pero una joven descubrió su vocación y abrió un camino que asegura era parte del plan de Dios. Han pasado 35 años desde entonces y hoy nos cuenta el trabajo de la misión que ha desarrollado en África.

¿Cuándo despierta la vocación a la vida religiosa?
Desde muy niña me nace la inquietud y comencé a formar parte de un grupo vocacional con las Hermanas del Buen Pastor, teníamos encuentro cada mes, nos presentaban muchas congregaciones.

Pero, ¿estudió, trabajó?
La situación familiar era difícil y tenía que trabajar para ayudar a mi mamá, saqué el bachillerato de noche.  Yo cosía y tenía mucha clientela. Con el tiempo, la encargada de las Hermanas del Buen Pastor me llamó y me dijo que todas las muchachas tenían decidida la congregación a la que entrarían.  Le dije que lo sentía mucho, que quería ser misionera y no había visto una congregación así.

¿Cómo conoce a las combonianas?
En Costa Rica no estaban y tampoco los padres combonianos. La Hermana me dijo que si quería ser misionera debía irme a Colombia con las claretianas. Me caí del cielo, pues me dije “cómo me voy a ir a Colombia”.  En el nocturno de Heredia donde estudiaba, compartíamos nuestras vivencias y habían entre mis compañeros algunos que querían ser sacerdotes y un muchacho me dijo que me traería unas revistas para que leyera… me llevó 3 o 4 revistas de Esquila Misional que es de los combonianos y esa misma noche, cada vez que leía un artículo me identificaba… era lo que andaba buscando y al terminar la revista había un pequeño anuncio que decía: “Chica en busca de algo que vale”.  Aparecieron dos direcciones en México, una en el Distrito Federal y otra en Guadalajara, correspondía a la presencia de Hermanas Combonianas.

¿Les escribió?
Claro, en ese momento no había computadoras ni correo electrónico.  Mandé una carta y a las cuatro semanas me contestó una hermana desde México con quien mantuve correspondencia por dos años, la Hermana Daniela Maccari, precisamente ella me indica que los misioneros combonianos llegarían a Costa Rica por esas fechas.

¿En qué momento le corresponde ingresar a la congregación de las hermanas combonianas?

Vino la Hermana Maccari a conocernos, éramos tres mujeres las que queríamos ingresar. Nos pidió enviar una carta a la delegada de México, pidiendo el ingreso. Al mes teníamos la respuesta afirmativa. Yo estaba terminando el bachillerato en 1980 y para marzo de 1981 me fui sola, pues al momento de irnos, las otras dos jóvenes cambiaron su opción.

¿Cuándo hace su primera profesión de votos?

El 12 de diciembre de 1984, tras año y medio de aspirantado y postulando y dos años y medio de noviciado.  Hasta ese momento, el 18 de diciembre, regreso a Costa Rica, a dónde solo había podido comunicarme por cartas en cuatro años.

¿Se siente pionera?
No, no me siento pionera, creo que el que llama es el Señor, nunca me he sentido ni más grande ni más pequeña.  Tampoco pienso en que fui la primera costarricense, no hay tiempo para eso en la misión.

¿Qué pasaba en su familia?
Fue muy duro porque en ese momento se vivieron conflictos muy fuertes en mi familia y entonces ahí tuve que tomar decisiones y siempre tenía la misión delante de mí.

¿Cómo encuentra la seguridad en Dios de seguir ese camino?
Siempre he sentido que él me llama y la seguridad… es la confianza de que él está conmigo y de que él se hacía cargo de mi familia. Como dice la Palabra, y sale tantas veces, él nos dice: “no tengas miedo, yo estoy contigo”.  Mientras tanto, la formación apenas comenzaba…  Me mandan a Italia por cinco años donde estudié y tuve el juniorado que llamamos, toda la preparación a la misión.  Luego fui a Suiza a estudiar francés.  Vine a Costa Rica y luego me comunican que la misión la realizaré en República Centroafricana, donde me fui en noviembre de 1989. El 8 de diciembre de 1990 hice votos perpetuos.

¿Qué se encontró en Centroáfrica?
Una gran pobreza, problemas de salud… a mí me tocaba trabajar en la evangelización, en formación de líderes, catequistas, con mujeres, con niños.  La gente es muy acogedora, sencilla, pero las dificultades más grandes las he encontrado en los últimos años con el golpe de Estado de 2013 que provocó una enorme inestabilidad.  Porque, aunque los golpes son constantes, se volvía luego de una semana a una cierta estabilidad, y esto no ha sido así en esta ocasión.

¿Amenazas a las vidas de ustedes?
A nosotras siempre nos han respetado, pero ha habido un gran genocidio en el país. Se han armado grupos en contra de los que hicieron el golpe, de cierta forma nos protegen. Es constante ver la violencia, se acercan a donde tenemos la misión y les tenemos que dar lo que necesiten, dinero, gasolina… lo que pidan tenemos que dárselo.

¿Qué descubrió en la misión?

Que la sencillez es lo más grande y una cosa también es el estar con la gente. Puedo decir con mi preparación que yo iba a evangelizar a Centroáfrica, pero, después comprendí cuando viví la misión y compartí con la gente, que ellos son los que me están evangelizando.

¿Cuál mensaje diria a nuestros lectores?
Diría sobre todo a los jóvenes que la sociedad ofrece tantas cosas, y que son tantas cosas, considero, superfluas.  Eso no llena, y llegará el momento en que estos jóvenes que van por todo esto, van a encontrarse con un gran vacío, y este vacío solamente es Dios quien lo puede llenar. Tenemos que ir a lo esencial, a lo que nos da vida, que sea religioso o no lo seas, que seas misionero o no… es Dios, es el Señor el que tiene que ser la parte esencial de tu vida, lo que dé sentido y que te envuelva. Como digo, dificultades y conflictos, siempre vamos a encontrar, es parte de nuestra vida, seguimos a Cristo y lo seguimos con la Cruz, no es un Cristo sin cruz, porque si le quitamos la cruz a Cristo y no queremos cargar nuestra cruz, no tiene sentido

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